sábado, 20 de agosto de 2016

Lorca, 80 años ya

La Tribuna de Toledo, 19 agosto 2016

Los poetas nunca mueren aunque los fusilen. A decir verdad el poeta es inmortal, porque es el único capaz de rebañar la realidad más allá de los linderos de lo sensato y normal. El poeta ve más allá, siente más allá, crea realidades en varias dimensiones, quizá porque así es la vida, así es el paisaje humano, el territorio que sus ojos y sentidos abarcan. A Lorca lo fusilaron, pero no murió. Brotó en cada brizna de hierba del barranco perdido donde lo dejaron tirado. Las balas nunca podrán con los poetas ni con la poesía, los hacen más grandes, no porque su reino no sea de este mundo, sino porque la libertad habla siempre otro lenguaje.

Lorca era/es especial. Desde las primeras veces que lo leí, siempre me transmitió una capacidad superior de ver, comprender, analizar, definir y plasmar. La poesía es juego y encaje, y ante todo respuesta. Lorca trae respuestas y preguntas, te aventura. A Lorca, como a España, le pararon en seco. Siempre he pensado cómo sería esa España que no fue a partir del golpe de Estado de 1936. Una España que se hacía, que se empezaba a sacudir el atraso y el feudalismo. Una España tan imperfecta, como nueva e ilusionante, como posible y con esperanza. Siempre veo esa España, la de los 30, en color frente al blanco y negro que trajo la Guerra, la represión y el hambre. Quizá el color sea de la poesía que nació entonces; quizá el blanco y negro sea del racionalismo frío y materialista, del frío de una posguerra que se colaba por todos los resquicios y que todo lo que tocaba lo convertía en gris.

Lorca es color, vida, pulso y latido. Eso es la poesía. Un camino, un motor, una vela, un mar, un desterradero querido y agradecido, una brisa, un beso, un lugar junto al Mediterráneo y una mujer tumbada al lado a la que observas y sientes. La poesía de Lorca muestra hoy una España que fue, que fue posible durante demasiado poco tiempo, muy breve. Por eso Lorca sigue tan vivo en esta España moderna pero anclada en su idiosincrasia de siglos, en su abulia y estocismo, como el mejor opio para quien no quiere ver, oír, sentir.

La poesía es vuelo, destello, brisa, mirada, camino, respuesta, flor de amapola en el pelo, fulgor de lucidez y ensayo de inmortalidad. Lorca era/fue/es todo eso. Lorca es un hito, una cicatriz en la historia de este país, donde la belleza es una especie acorralada y despreciada. Porque siempre habrá una luna que recuerde a Lorca, siempre un libro abierto por una poesía de cielos, luz, vida... Y siempre una España que recuerde que hubo un tiempo en que los poetas acabaron en las cunetas, muertos por tuberculosis en prisión, o desterrados de un país que fue obligado a vivir en blanco y negro durante mucho tiempo.

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