sábado, 25 de abril de 2009

TARDE EN LA DEHESA

La Tribuna de Talavera 27 marzo 2009

En la primavera de la dehesa la hierba crece lenta y las cigüeñas observan desde los nidos del alcornocal. En la tarde de la dehesa pasan las avileñas negras con los chotos blancos y café con leche, de todos los pelajes. Los arroyos no bajan: esta primavera no es de agua y reposan el estiaje de marzo detenidos y pensativos, varados en charcas de ranas y ovas, someras de garcetas y zarceros emboscados en las mimbreras.

En la alameda la oropéndola recorre el soto; y el ruiseñor bastardo y el mirlo, cada uno en su parcela de sombra. Y el petirrojo tardío. Las encinas amarillean y desde un tronco hueco se asoma una abubilla. Tras la torreta vuela un milano real, y una pareja de ratoneros pica sobre el Guadyerbas. Me tumbo bajo el tronco de una encina. Vienen las yeguas y los tordos van detrás de ellas. Las hormigas siguen su camino y pasan por encima de mi chaqueta. Lejos canta el cuco. Gredos aún aguanta la nieve, sobrevive a duras penas en las chorreras blancas que van a morir sobre las sierras del Águila. Ni una nube. El horizonte azul, la tarde entera y libre. Estelas de aviones lentas y que pronto se gastan por el viento de las alturas, se van borrando, ligeras, como los malos lugares y los malos tiempos. Pasan las golondrinas dáuricas rumbo a los puentes invisibles de la atmósfera. Los vencejos, escasos y silenciosos. Aún es pronto. La cogujada cruza el camino y deja sus huellas mínimas en la arena fina y blanca. Lejano el verde nuevo, muy nuevo, de los quejigos y de los melojos de la umbría junto al río. Algunos –demasiados- alcornoques heridos de muerte por el rayo y la seca. Se está bien, tumbado, al sol, con el viento del norte bajando desde Gredos y llegando seco y frío hasta la dehesa. El viento enreda entre las ramas de la encina y va dejando pasar una luz fina que crea sombras y resplandores, fugaces e incansables. La encina habla con el lenguaje del viento y las luces, con el recuerdo de los tiempos antiguos y el barrunto de los que vendrán. Una torcaz pasa, y al fondo, una imperial cruza la tarde y va a caer sobre el Tiétar lejano. En la tarde de la dehesa reposa la esencia del tiempo y el mundo, la luz de la vida.

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