viernes, 10 de octubre de 2014

Antisistematocracia

La Tribuna de Toledo, 10 octubre 2014

Están jugando a ver cuánto aguanta este país. Cuánto aguantamos “la gente” como nos define el presidente, entre despectivo y lejano. Un observador inglés, de esos que pululaban en el XIX intentando entender a los españoles, hoy disfrutaría viendo cómo la antisistematocracia se ha encargado de reventar una a una las paredes maestras de la nación. No es problema del coleta y de la gente que lleva detrás, sino de los que desde dentro como gusanos se han ido comiendo el meollo de un país absolutamente desnortado, sin guía y sin objetivos. La antisistematocracia ejemplarizada en las tarjetas negras, a las que todo quisque cargaba de todo, mientras se timaba y robaba a los ancianos con las preferentes y se desahuciaba a medio país. O en el consejero de Sanidad de Madrid, el “bien comido” que desprecia una trabajadora que se ha jugado la vida, y de NUESTRA sanidad PÚBLICA, la misma que se están merendando, aquí y allí, para que los amigos hagan negocio. Y qué decir de la ministra que no se enteró que tenía un Jaguar en el garaje, del desastre de gestión del ébola…

La antisistematocracia son los EREs de Andalucía, la Gürtel –“Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos”, Rajoy `dixit´– , es la vergüenza de la manipulación informativa en las televisiones y radios públicas, públicas sólo porque las pagamos también entre todos, especialmente los sueldos indecentes a los paracaidistas de partido que mandan y chapucean. Y la corrupción absoluta, la del trinque tipo Pujol y familia, pero también la de las obras innecesarias que han acabado en el billón de euros de deuda pública, la del rescate de autopistas, de bancos, del Castor allá en Tarragona, de las puertas giratorias que hacen que en el país de Europa con más viento y sol paguemos la energía más cara, insoportable y artificialmente cara. Y la antisistematocracia también es el miedo al poder, el periodismo de orejas gachas, rabo entre las patas y pinturero, condescendiente y faldero con el o la que manda, porque cae la migaja o hueso de publicidad.

La antisistematocracia es que en la séptima ciudad con más paro femenino de la inmensa Unión Europea, o sea, Talavera de la Reina, venga una mandada, diputada regional o lo que sea, a contarnos milongas de lo bien que lo está haciendo su jefa en políticas de empleo. Que se dé una vuelta por las calles, esta vez sin que cierre la ciudad la policía para la fiesta de su jefa, y pregunte, a ver por qué se han largado 2.500 ciudadanos en dos años. Antisistematocracia es que un autodenominado aún Partido Socialista Obrero Español presente su candidatura a la antigua, a la bonística moda, con cigarral, césped y piscina de por medio, en vez de salir a la calle, mancharse los zapatos, y empezar a intentar recuperar algo de lo que fue. Pero es imposible.

Eso, todo eso, es lo que se está llevando por delante el sistema, no un coleta que sale en la tele, o la gente que se organiza porque hasta aquí hemos llegado. Quizá nada cambie, pero nada volverá a ser igual. Un inglés del XIX disfrutraría en esta España que, como siempre, vamos reventando desde dentro, desde el sistema, hasta que, cualquier día de estos, con un viento gallego de noviembre, se nos venga –otra vez– abajo.

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