viernes, 24 de julio de 2009

VERGÜENZA

La Tribuna de Talavera, 24 de julio de 2009

Es lo que te queda después de recorrer la cicatriz polvorienta y mirar hacia atrás. Vergüenza. Entre Navamorcuende y La Iglesuela se está ejecutando con total impunidad un saqueo al patrimonio ambiental y cultural de la Sierra de San Vicente. No estoy en contra de que se mejore y arregle la carretera. Estoy en contra de la chapuza llevada su extremo. Lo que allí se está ejecutando, promovido por la Consejería de Obras Públicas, y auspiciado por la de Medio Ambiente (o como se llame ahora), es un verdadero atentado al sentido común y a la racionalidad. Se han arrancado encinas cuyos troncos sobrepasan el metro de diámetro, enebros de unos cuantos de cientos de años, fresnedas completas en el Torinas. Se están vertiendo miles de metros cúbicos en una escombrera que no contempla el proyecto de ejecución; la cañada Leonesa Oriental queda colgada varios metros sobre el nuevo nivel de la carretera, y no pasa nada. Pero lo peor de todo es la cicatriz que se va dejando en una zona que se debería cuidar con devoción, pero que se maneja con frivolidad y sin ningún atisbo de respeto.

Aquí tiene que haber algún responsable, la Junta no puede patrocinar y amparar este desaguisado. Y, repito, entiendo que la carretera tenía que ser mejorada, pero no de una forma que sólo se lleva por delante una zona única. Ejemplos de actuaciones en carreteras similares, pero bien ejecutadas y armoniosas con el paisaje y el patrimonio, hay muchos y no muy lejos, pero aquí ha primado actuar sin contemplaciones y despreciando lo que daba valor al paisaje y al territorio.






Ya nadie devolverá los árboles centenarios, y quizá en medio siglo las jaras cierren los desmontes. Pero quiero saber qué ha fallado, por qué se ha hecho la vista gorda y por qué el Gobierno de Castilla-La Mancha se ha pasado por el forro todas las consideraciones medioambientales a que quedaba obligado por su propia declaración de impacto ambiental. Quiero responsabilidades, y que se paralice la obra entre la garganta Torinas y el Tiétar, donde las máquinas aún no han entrado. Y una inmediata restauración ambiental; y, por supuesto, que se meta la empresa constructora los vertidos donde pueda, pero que no los deje en medio del paisaje.

Es un atropello a la razón. Los troncos cortados con motosierra están fríos, aún brota resina de los enebros y su olor llena la tarde. Pero lo que queda es la vergüenza inmensa, suspendida en el aire de la tarde, más espesa que el polvo que levantan una y mil veces los camiones que se llevan, convertido en basura, lo más valioso de esta tierra.

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