viernes, 11 de noviembre de 2011

En la raña de Villarejo

La Tribuna de Talavera, 11 de noviembre 2011


Un tractor araña la tierra roja. Dos garcillas detrás. Sobre la barrera un buitre negro arranca pedazos del pellejo de una oveja. Las urracas picotean al lado. Nubes bajas y negras cruzan desde la Jara alta y más allá. De vez en cuando se abre una clara y las distancias se despiertan: colores, brillos, densidades. La siembra avanza fuerte, brotes en filas. Verde nuevo. Tierra ferruginosa, fértil, húmeda, porosa. Los bolos de granito salen de lo profundo, castillos de líquenes, posaderos de cogujadas, oteaderos de tiempos. El águila real caza somero en la raya que cae al Torcón. Los conejos brincan, pequeños, fugaces. Saltan de entre los torviscos y las carrascas renovizas, y vuelven a su escondite. Desde la raña los coscojares bajan hacia los arroyos que trepan desde el valle. Coscojas de un verde brillante, guerrillas lentísimas conquistando su espacio, tozudas en su testudo impenetrable.

Al fondo un barco de piedra navega el encinar. El castillo de San Martín de Montalbán brilla al atardecer de noviembre, dos rayos escasos para hacerlo flotar y vivir sobre la dehesa. Caen las torcaces, buenos grupos. Arriba, en el cielo alto, trompetean las grullas. Pasan bandos apretados, apuntando al suroeste. No hace frío. La tarde es templada y de fiar. Sólo hay que dejar que las nubes y el sol jueguen con el paisaje, y vayan cincelando aquí y allí, un relieve, un valle, aquel cerro, el languidecer de los quejigos arriba, sobre las primeras cumbres de los Montes. Las familias de perdices salen tímidas al camino. El primilla observa desde la señal de curva peligrosa. Luego se va, más alto, sobre un montón de alpacas.

Espero. Cae la tarde. El águila imperial caza sobre la raya del Pusa, sobre la luz más transparente que existe, sin nieblas ni artificios. En San Martín arde media encina en una hoguera, tarde fiesta, risas, la banda de música juntándose en la plaza. Sobre el Pusa desfilan los chopos dorados del otoño. No hay viento. La niebla y la noche suben, sin querer, desde el Tajo.

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