viernes, 11 de noviembre de 2011

Relámpagos en la noche

La Tribuna de Talavera, 4 noviembre 2011

No bajo la persiana hasta muy tarde, hasta que el reguero de coches que entran por la carretera de San Román comienza a agotarse y las luces de las ventanas van apagándose. Ya han pasado las grajillas, bajas como las nubes. El cernícalo de la ventana ya se ha posado en su antena para dormir la noche; y se han zambullido en los plátanos los pinzones y los mosquiteros que suben, valientes, a otear distancias desde mi terraza. Los relámpagos trazan el relieve de la Sierra de San Vicente, relámpagos tímidos que descubren cortinas de agua barriendo distancias, lomas y hoyas. En la noche los relámpagos escriben el relieve de la verdad. Un negativo de lo que creemos que es la realidad. Sólo un instante. Pero suficiente.

Cierro las pantallas del ordenador, los periódicos digitales que martillean una y otra vez sobre lo mismo, sobre el derrumbe de Europa, los números, los gráficos, los millones de parados, un país petrificado. Y dejo abiertos los mapas, las imágenes de las borrascas que surgen en Terranova y van cruzando el Atlántico, perfectas desde los satélites. Los frentes que rompen en los diminutos puertos de Portugal y se quedan enganchados, olvidados de todo en Gredos y Gata. 

Mapas de rayos, de la lluvia que cae y que limpia y deja el rodal de hierba nueva y verde bajo las encinas. Busco la raya delgada y esquiva del Ordovícico en el geológico de la Sierra de Guadalupe, el cruce con los caminos, la bajada hasta la artesa del Silúrico, con sus colores y fracturas, las pedrizas perfectamente dibujadas con vacíos blancos. La distancia, el espacio, lo tangible. 

Trazo las rutas, recuerdo los lugares conocidos, imagino los desconocidos. Esto es lo real. El resto es ruido. Más allá de las pilas de libros, de los papeles, de la mesa desordenada como un recuerdo, brillan los relámpagos sobre la Sierra. No hay truenos, no llueve. Los coches entran ya lentos, cansados, dispersos, a esta ciudad dormidero, donde cada vez hay menos que hacer, sólo llegar, salir, esperar… cuando la paciencia hace tiempo que se agotó.

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