viernes, 3 de julio de 2009

400 HECTÁREAS

La Tribuna, 3 julio 2009

Ayer, a media tarde, con 40º a la sombra y un viento seco y racheado, la cosa pintaba muy mal. Miraba el fuego y se me helaba la sangre. Hoy las cifras hablan de cerca de 400 hectáreas quemadas en el incendio de La Pueblanueva, es decir, cerca cuatro millones de metros cuadrados. Y lo peor de todo es que 300 hectáreas son de monte. Siempre me ha dado mucho miedo oír, en las crónicas de los incendios, la coletilla de monte y matorral mediterráneo, como si no tuviera valor, y lo verdaderamente importante fuera el bosque. Pero nuestro bosque es el monte mediterráneo, lo que ayer ardió con virulencia en las barrancas y regueros que bajan desde las rañas hasta el Tajo. El paisaje quemado es de un valor inmenso, el bosque también. Es un bosque lento, el de verdad, de coscojas y enebros, de encinas y algún quejigo en las zonas húmedas y umbrías. Siempre me ha llamado la atención la tenacidad del bosque de los territorios del Sangrera, los rodales de monte supervivientes de los altos de las barrancas que se despeñan al Tajo, y la capacidad, lenta pero infinita, de recuperación del bosque, incendio tras incendio, corta tras corta, olvido tras olvido.

Lo que ardió ayer es uno de los territorios naturales más destacados del valle del Tajo. No lo es por las formaciones de barrancas, o por la capacidad del hábitat de acoger especies como el águila perdicera, el halcón peregrino o, en tiempos no tan lejanos, la cigüeña negra. Sino porque forma parte de un corredor ecológico de primera magnitud que pone en contacto al propio Tajo, que entra sin solución de continuidad al mediodía con los montes y rañas que dan paso a la Jara y Montes de Toledo; y al norte, con los antiguos encinares del Alberche, que comunicaban, hasta su reconversión en naves industriales, por el propio río con el Sistema Central. Este conjunto natural quedaba enmarcado por el soto de Entrambosríos, que fue hasta su destrucción uno de los grandes bosques de ribera del Tajo. Es decir, era el único lugar del Tajo no embalsado donde se daba una continuidad natural entre el norte y sur de la Península. Hoy, destruido el Soto, el Alberche desaparecido, y el Tajo con apenas caudal para llenar una cesta de los helicópteros que ayer se pegaban contra el fuego, las barrancas seguían ahí con su bosque de paciencia, hasta que ayer el fuego se lo llevó.

Se nos ha quemado un pedazo de la piel de nuestro paisaje, quizá la piel más auténtica y valiosa. No sé si habrá sido a conciencia o por error, pero el daño, grande, está hecho. A esta hora arden los montes del Bullaque, en la raya de Cabañeros. Arde el bosque lento, el monte y matorral mediterráneo, el bosque de verdad. Empieza mal el verano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Agradecidas por tus palabras.