domingo, 10 de enero de 2010

EL ENGAÑO DE LAS TABLAS

Antes de que lloviera y nevara, a principios de noviembre del año pasado, las Tablas de Daimiel se podían haber encharcado con el agua del propio Guadiana almacenada en el embalse de Peñarroya. Ahora, gastado un pedazo de enero, después de que haya llovido y nevado en la Mancha, y que los ríos bajen con tanta agua que incluso muchos de ellos se hayan desbordado, por mucho que se repita la mentira, hay que decir una y otra vez que el agua del Tajo sea el que esté inundando las Tablas. El agua del Tajo aún no ha llegado a las Tablas, lo hace el del Gigüela bombeado en Villanueva de Alcardete, provincia de Toledo, agua que es la misma que si se dejase correr por su cauce, llegaría tarde o temprano a las Tablas. El embalse de Peñarroya ahora mismo está soltando algo más de 23 metros cúbicos por segundo, y las Tablas se están llenando con lo que entra del Gigüela, del Azuer, y no tardando mucho -si ya no lo ha hecho-, el Záncara llevará el agua de Peñarroya hasta el Gigüela, conectando superficialmente por primera vez en muchos años toda la red del alto Guadiana.

En noviembre era posible encharcar las Tablas con agua del propio Guadiana. Ahora sobra para inundarlas. Mientras, se ha destruido el tramo medio del Gigüela con una presa, se está mintiendo a la opinión pública diciendo que el agua que está llegando es del Tajo, aunque en el video que dejo emitido ayer domingo por la televisión pública, el presidente de Castilla-La Mancha reconoció que cuando llegue el agua del Tajo a las Tablas, éstas ya estarán completamente encharcadas.




El ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino se ha gastado 19,195 millones de euros en hormigón, presas, tubos y otras historias que al final no servirán para nada. De hecho no servían para nada cuando el Consejo de ministros del 6 de noviembre de 2009 aprobó la inversión. Se ha destruido el Gigüela, se ha artificializado un poco más el Alto Guadiana, se resta importancia al propio funcionamiento del ecosistema, y se quiere vender como una hazaña lo que es a todas luces un despropósito ambiental y económico. Pero no pasa nada, porque los 19,195 millones de euros los pagamos entre todos. Ahora fotos y medallas, que es lo que se les da bien. Mienten cuando dicen que se recupera el ecosistema. Recuperar el ecosistema de las Tablas no es llenar un barreño con agua, sino elevar los niveles del acuífero de una vez por todas. Pero la propaganda al uso vende que "las Tablas se han salvado" gracias a la ministra de eso de los medios rural, ambiental y marino, al impresentable secretario de Estado de agua, el tal Puxeu; y toda la corte de palafreneros, estómagos agradecidos y mercenarios de la política que se venden con la misma facilidad que traicionan a su tierra. Ahora, la mentira de que el Tajo ha salvado a las Tablas, actúa como un alfil en la estrategia del Ministerio respecto al jaque mate del Tajo, materializado en el nuevo trasvase del Tajo medio, o sea, de los ríos de las tierras de Talavera. Toda esta mentira, toda esta negación de la realidad, de manipular la información, de engañar, de que los medios se hagan eco sin molestarse a contrastar dos datos, refleja la realidad que vivimos, donde la inercia de la mentira es más fuerte que la contundencia de la realidad, aunque ésta se muestre obscena en ríos desbordados y lluvia a cántaros. ¿A quién pedir responsabilidades? ¿A quién digo que yo no pago mi parte de los 19,195 millones de euros? ¿Quién quitará toda la mierda que le han puesto en su cauce al Gigüela? La mentira repetida mil veces se convertirá en realidad, es la filosofía al uso en este tiempo que cruzamos. Dejo un correo que escribí a la Red del Tajo el 22 de diciembre pasado. Lo que falta aquí por decir, lo digo en él: el fracaso de la defensa del medio ambiente, el escaparate en que se ha convertido su gestión, y las maneras, probablemente las peores desde la Constitución del 78. Aunque, al final, casi todo viene a ser lo mismo, y la mentira, la ineptitud es lo que prolifera como los charcos en este invierno de lluvias.

Estimados compañeros,

el embalse de Peñarroya, ubicado sobre el Guadiana a la salida de las Lagunas de Ruidera, y cuyas aguas anegan los venerables batanes de El Quijote, se encuentra a día de hoy al 100% de su capacidad, y almacena 48 hm3. Es cuestión de horas que abra las compuertas (http://www.embalses.net/pantano-559-penarroya.html). De esta manera las aguas del Guadiana fluirán por Argamasilla de Alba camino del Záncara. Si el invierno sigue siendo propicio en nieves y lluvias, puede que veamos cómo de forma natural las aguas del Guadiana llegan al Guadiana en las Tablas después de llenar por primera vez en muchos años el cauce del alto Guadiana, del Záncara y del Gigüela. Si se hubiera previsto un desembalse de urgencia desde Peñarroya para que el agua hubiese llegado a las Tablas, lo hubiera hecho. Es como si la Naturaleza quisiera enderezar las industrias torcidas del hombre, y nos quisiera demostrar que es el propio Guadiana el que tiene que llegar a las Tablas. Mientras, se destruye uno de los pocos ríos bien conservados de la provincia de Toledo, el Gigüela. Este despropósito nos trae una foto fija de en lo que se ha convertido la gestión del medio ambiente en España cuando rayamos el año 2010; una política de conveniencias, donde tenemos un Ministerio orquesta, donde el medio ambiente, en manos de analfabetos ambientales y desaprensivos como Puxeu, es un estorbo que enderezar con hormigón y hechos consumados. Que nos estén destrozando el Gigüela delante de nuestras narices, que nos vendan la misma moto que a mediados de los ochenta, cuando íbamos en pantalón corto y con pegatinas de Naranjito en los cuadernos del colegio, nos debe hacer reflexionar y analizar dónde estamos, y si todo no será una mentira, donde mandan las conveniencias de siempre, y donde los demás, todos, estamos para hacer el juego y lavar administrativamente lo que no es sino algo absolutamente inaceptable. Ver cientos de kilómetros de tuberías negras llenando la Mancha para trasvasar agua del Tajo; contemplar cómo se aniquila el tramo medio y bajo del Gigüela para que el Gobierno gane dos años, es una aberración de tal calibre que bien pudiera catalogarse con las cometidas en pleno franquismo. El Gigüela hoy, los tubos que han sustituido a su cauce, las máquinas amarillas que excavan y hurgan en la herida, las piedras, la tierra removida, los álamos partidos por la mitad, sin hojas para sentir o para huir, el barro de la tierra saqueada sin piedad... todos representan hoy la impronta de una forma de hacer política ambiental, a la vez que dejan a la luz las vergüenzas de todos los que no somos capaces de hacer más, de detener esto. Nos han calibrado y saben que no somos capaces, que nos faltan fuerzas, o que no nos importa demasiado. Vendrán a por más. Y no tardarán. Que no se nos olvide: el Gigüela es la puerta abierta.

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