viernes, 15 de enero de 2010

HAITÍ

La Tribuna de Talavera, 15 enero 2010

Es muy fácil observar desde la pantalla de un ordenador o desde la televisión. La pesadilla de Haití es un fulgor de indecencia que pasará ante nuestros ojos como estos días pasan los nublados de las borrascas atlánticas, como han pasado tantas nubes y tantas catástrofes y desastres que poco a poco se van olvidando, ocupando menos tiempo en las «noticias», hasta que un día desaparecen o se los come otro muestrario de calamidades en cualquier rincón del mundo pobre y sin alma. La vergüenza más descarnada es que lo de Haití se podía haber evitado, que lo que tenemos delante es ejemplo de la miseria de este mundo que sólo se sostiene en su ciclo infinito de pobreza y riqueza, de explotados y explotadores, que precisa desesperadamente los agujeros negros de la miseria para que relumbren las luces de un sistema insostenible, que nos consume de hartazgo y sin sentido, mientras a los de siempre los exprime como basura, como espejo donde tallar nuestras alturas. La verdad y la oscuridad, el norte y el sur, las borrascas y los ciclones, todo en negro y oscuro, sin encontrar el exacto equilibrio en un mundo que no sabemos habitar sin la miseria y la violencia, que al final son lo mismo, aguas del mismo albañal.

La enfermedad de este mundo somos nosotros que aún no sabemos vivir en él, sino vivir de él. El enquistamiento artificial de la miseria como palanca para explotar económicamente los territorios/colonias, se afianza entrado el siglo XXI. Ahí está África; o China conquistando el mundo con una mano de obra barata, esclava políticamente, y sin capacidad de exigir derechos sociales. Queda la ayuda, las ONGs, lo bien que les resulta a los gobiernos escleróticos de Occidente llevar aviones y barcos con ayuda y soldados. Dinero que se irá en buena medida a los sumideros de los de siempre, los que mantienen la situación cómo es y será. Hay que revisar los esquemas del funcionamiento del mundo, de verdad, arrancar desde las quimeras para alcanzar realidades. Hay que crear, educar, enseñar, poner orden. No sólo detrás de terremotos, huracanes, maremotos y genocidios. Antes.

Pero somos lo que somos porque somos como somos. Desde Occidente, a miles de millones de kilómetros de distancia, observamos desde la pantalla de un ordenador o desde la televisión. Ya queda menos para la próxima: Sierra Leona, Bangladesh, República Democrática del Congo, Chad… Es cuestión de esperar, como a las borrascas y anticiclones.


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