domingo, 27 de enero de 2013

Miedo

La Tribuna de Talavera, 4 enero 2013

En las novelas rusas que retratan la época de Stalin ya no queda nada de la frescura de las inmensas noches resplandecientes de nieve y estrellas de Tolstói. Ni siquiera ese brillo febril que respira en Dostoievski. Todo viene a ser más bien un panegírico del líder por encima de todo. O, en los libros escapados a la censura, miedo, un abatimiento atroz, el sentimiento de estar petrificado en un tiempo espeso y sin solución, como un insecto prehistórico en su bola cálida de ámbar. Sólo Nabókov salvó ese aroma de grandeza pero San Petersburgo tuvo que ser Nueva York.

El miedo campea en un país de seis millones de parados, con sueldos precarios, con ciudadanos amenazados con perder el puesto de trabajo, con los impuestos ahogando, con un Estado que condena a millones de ciudadanos a la pobreza mientras escandalosamente con nuestros impuestos salva bancos, cajas de ahorros y con ellos a sus gestores; mientras las listas de espera de la sanidad de eternizan, los desahucios continúan, la pobreza avanza... En un país donde más que nunca vale eso tan hispano de «si tienes padrino te bautizas», y sobre todo lo de «tanto tienes tanto vales», donde los mileuristas de ayer somos los responsables de la bancarrota de hoy. La precariedad es miedo. Nadie tiene que regalar nada, pero sí respetar lo que es de todos. Ya dijo Vidriera que de los hombres se hacen los obispos y las presidentas de comunidades autónomas. Y para obispo hay que estudiar, y no hacerte autónomo, sino al menos asesor a dedo, o director general de algo público. En la calle hace frío, el miedo campea, pero el miedo es parte de la receta de los tiempos que atravesamos. Sin él nada sería igual. El miedo es hoy la argamasa de esta España en reforma.

Más que nunca hace falta una primavera. Por ello quizá este otoño, mediado diciembre, habían florecido las encinas, verdeaban renovizos los almendros, e incluso alguno llegó a blanquear. El miedo es pasajero, la vida sigue, y vuelve, a destiempo, en las esquinas del invierno o donde sea. El miedo es un arma peligrosa. Pero pasajera. La memoria es persistente, y algún día se echarán las cuentas que sean necesarias.

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