Días atrás se derrumbó parte de la barranca frente al Soto de Entrambosríos. La arena ha caído sobre las coscojas y hasta el propio río. Desde lejos me llamó la atención el surco abierto en la arena, como un arañazo donde quedaba al descubierto el blanco profundo de la barranca. Desde más cerca, al otro lado del río, en el desastre de parcelas y caminos de barro de lo que antes fuera uno de los mejores sotos del Tajo, no se observan daños en la parte alta de la barranca. No sé qué lo habrá provocado, pero parece natural. Quizá haya influido la sequedad de esta primavera, el calor excesivo de mayo, y la falta crónica de agua en el Tajo, la desaparición de los bosques de ribera, y tantas cosas que parecen naturales pero que al final no lo son. La cicatriz quedará ahí algunos años. Poco a poco aflorará el verde, se consolidarán las arenas y el conjunto irá tomando el color uniforme de la barranca. O quizá haya más derrumbes, retroceda la barranca y el Tajo perfile más su meandro. Las arenas cuelgan en un equilibrio tan inestable como duradero. Creemos que todo está ahí para siempre, que las cosas son inmutables, pero hasta la tierra, el paisaje, se mueve; y algunas veces incluso somos testigos del reloj lento que dibuja los paisajes de la vida.
Este fin de semana ha sido intenso en los preparativos del 20J, aunque quizá sea mejor y más oportuno decir, en desmantelar el trabajo sucio de quienes tienen por objetivo tumbar el trabajo de los demás. que en este caso hago extensivo a toda una ciudad, como así viene siendo, al menos, en las últimas semanas.
En los próximos días, cuando la cosa esté cerrada, y neutralizada la maniobra envolvente -espero-, contaré con más detalles el qué y el por qué, porque como esto es un blog que firma un servidor, tiene ligereza y prontitud. De momento informaré a la Plataforma, tanto de las intenciones de los interfectos, como de las actuaciones realizadas y la consideración y respeto que tiene esta ciudad y la Plataforma. Sólo decir que, al final, cada uno va quedando en su sitio, y son muy de agradecer los apoyos que tenemos en tantos lugares.
Me sigue llamando la atención la desesperante miopía de un sector del autodenominado ecologismo, especialmente de los movimientos que se autoploclaman "grandes". El fracaso inmenso de los colectivos ecologistas, del que ya he escrito en alguna que otra ocasión, parte de esa profunda desconexión con la sociedad, de su reconversión en muchos casos en multinacionales de la subvención y del colegismo con la Administración. Hay que desbrozar, y desde luego hay asociaciones que merecen respeto y admiración. Pero, en general, están muy lejos de la realidad. Yo soy ecologista, pero antes ciudadano, sé de pájaros, de árboles, de ríos, de agua, y de más bichos. También sé de paisajes, de personas, de pueblos y siempre me ha gustado pararme a hablar con quienes más saben, que no son los sesudos catedráticos o ratones de biblioteca que te escriben mamotretos insoportables; sino la gente que vive su tierra y que te enseña más en una frase que media enciclopedia. Contemplar los colectivos ecologistas, con edades medias que superan en muchos casos los 50 años, sin visos de renovación, cuando no sabes muy bien dónde acaba el "ecologismo" y empieza el "colaboracionismo" subvencionado por la Administración, te explica muchas cosas, y una de ellas es el fracaso de la política conservacionista en España.
Falta visión global, sobra visión interesada y planteamientos anacrónicos, porque la conservación del entorno exige radicalidad, pero flexibilidad que sólo se adquiere desde la humildad y el conocimiento.
Va quedando menos, y esta tarde de mayo llueve sobre Talavera de la Reina. Pasan nubes pasan sobre las barrancas y dejan el paisaje gris, con amarillos de retama.
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