sábado, 6 de junio de 2009

COLUMNA ESCAPADA

Ayer acabó tarde la “función” donde actuábamos La Plataforma, es decir, el Foro del Agua –o algo así- que tuvo lugar en Toledo, y donde se contrastaron las visiones de la “antigua escuela” ingenieril, con la nueva, que es la de los ciudadanos que ya están cansados que cualquiera haga negocio con el agua y nos la devuelvan hecha una porquería a ríos convertidos en albañales. Acabó tarde y no pude completar la columna que empecé mientras un ingeniero nos alertaba de lo que España va a perder si se le obliga a cumplir la Ley que establece la Directiva Marco, y que mejor meter los ríos en las excepciones de la regla, que España es diferente, y que no seamos tontos. Vayan leyes do quieran reyes, o vayan reyes do quieran leyes, ésa es la cuestión ahora, y la romana, como siempre, se inclina para la primera. Acabo la columna, y la pongo aquí ahora, porque creo que las cosas que se quieren decir un día, son para ese día, que si no se usan, caducan, y ya no sirven para mañana. Aquí la dejo.

-----------------------------------------------------------

La Prensa

En los tiempos antiguos veía películas de periodistas. Películas en blanco y negro –entonces todo era en blanco y negro-, donde el periodista era el héroe, el que descubría la verdad, el que a media película recibía una paliza del matón enviado por el gánster de turno, o por el político corrupto al que investigaba. Recuerdo las películas donde salían las portadas dando vueltas, girando muy rápidamente, al final, cuando el periodista publicaba por fin la noticia y se iba con la chica. Quizá la ventaja del cine en blanco y negro es que en el gris están todos los colores, está toda la vida, y ahí está la verdad.

El periodismo es a la sociedad lo que el caudal ecológico a un río. Cuando el periodismo se muere es para la sociedad como cuando se le mueren las alamedas a un río. Viene a decir, a quien quiera mirar y saber, que la vida se ha ido, que la sociedad/río está muy enferma. Como un superviviente a la deriva en un territorio hostil, que va tirando de su morral las cosas más superfluas, y que al final se queda con la cantimplora y la brújula, nuestra sociedad ha equivocado las prioridades y prescinde de lo imprescindible, tira la brújula, y se interna en un mar de arena, sin referentes, sin valores. La Prensa es la brújula de la sociedad, sin ella acabará perdida, no se sabe muy bien dónde, porque su función de faro y garante, de contador de lo que ocurre, no de lo que quieren que creamos que ocurre, le confiere un espacio vital en la sociedad.

No sé a dónde va la Prensa, y si el sensacionalismo y la frivolidad hacia donde escora preocupantemente la Prensa en formato digital, acabará dañando definitivamente lo que entendemos por información; y si al final cualquiera con un teclado y un lugar donde colgar lo escrito será considerado «periodista»; y lo escrito será considerado «información»; pero el papel, el olor a tinta, siempre tiene que existir. Y en Talavera de la Reina también. Para mí es un orgullo que esta ciudad tenga un periódico como La Tribuna y unos periodistas y técnicos como los que le hacen posible, porque con él somos un poco más ciudad, y mucho más ciudadanos, teniendo un medio que habla de lo nuestro, que informa y viene a dar altavoz y continuidad al hilo de las cosas que pasan, e importan. Esta ciudad ha ganado en categoría con «su» periódico, y esta categoría no se la da su cabecera, sino los profesionales que lo hacen posible. Para esta ciudad, tener La Tribuna, es un lujo que no creo que acierte a valorar.

No hablo de la Prensa negocio, que hoy no toca. No hablo de los intereses de posicionamiento de los grupos empresariales, de la Prensa como ariete político. No. La Prensa está en un plano infinitamente superior a eso. Porque siempre detrás está el periodista, que es lo que me interesa, porque eso es el periodismo, nada abstracto ni grupal, sino personal, individual y comprometido. Como en aquellas películas de los años cuarenta, en blanco y negro, donde al final el periodista lograba su noticia, su portada, se abrochaba la americana y se llevaba a la chica a tomar unos martinis. Como debe ser la vida.

1 comentario:

Carmen dijo...

La memoria es selectiva. En aquellas películas que recuerdas los periodistas no eran heróes, más bien villanos. Eso sí, muy pícaros y simpáticos capaces de mil maniobras para conseguir a la chica -sólo recuerdo una que contara la historia al revés-, siempre después de haber conseguido la primicia. No ha cambiado mucho. Sesudos estudios dicen que la de periodista es una de las profesiones menos valoradas. Desde hace un par de semanas, sin rigor científico alguno, puedo avalarlos.