La Tribuna de Talavera, 5 febrero 2010
Hace algún tiempo pensaba que la táctica del PP era la de ver pasar delante el cadáver del rival –que no enemigo– PSOE, que él solito se estaba metiendo en el barrizal y esas cosas que tanto nos sabemos. Ahora creo que espera a que el cadáver se quede como una mojama que no huela ya, aunque este país quede desarbolado y sin que le conozca la madre que lo parió. Y la «gente» no es tan tonta como piensan nuestros políticos de profesión. En esta crisis, o lo que sea esto que nos lleva, se retrata la clase política que nos ha tocado, además del resto de agentes sociales, o lo que sean, que pululan y espesan el caldo de esta democracia de títeres que vivimos. Pararte un rato en cualquier pueblo de las tierras de Talavera, o de donde sea, escuchar a las gentes, hablar con ellas, te ofrece el panorama desolador de un país que no sabe a dónde va, ni lo que queda de él. Y al que en buena medida le da lo mismo todo. Pasear por Talavera, con dos o tres generaciones uniformadas de chándal pasando el tiempo sin nada mejor que hacer, delinea la situación mejor que tres telediarios, donde, por cierto, hoy he visto a un sindicalista en mangas de camisa, con mucha gente escuchando, y eso que era hora de trabajar.
En España, al menos en esta España de interior, todo se ha quedado petrificado, o helado, o hecho cisco, como mejor se quiera decir. Quizá sea un despertar a la realidad, a lo que siempre hemos sido, y a lo que de donde nunca podremos salir, que a nosotros tampoco toca. Otra vez la España que puedo ser, que se alcanzó con la punta de los dedos, y tampoco fue, como tantas no han sido. Y con la rémora de siempre: una clase política mayormente inepta, viviendo de lo suyo, con sus prebendas, con sus pagas de jubilación que no las toca ni Dios, con ese lenguaje asquerosamente vacío que ya más que cansar, insulta. Y un sistema educativo que echa lo que echa a la sociedad, es decir, lo que somos. Queda claro ahora, como nunca, que el interés de los políticos no es el de los ciudadanos, que esto no funciona, y que el ciudadano vuelve a ser carne de cañón. Lo interesante es que, mientras llega el sálvese quien pueda, a la «gente» ya nos empiezan a cargar tantas gilipolleces, y esto, el invento, se puede tambalear. Somos masa, «gente», nos movemos en enjambres, predecibles, y encajamos lo que haya que tragar. Pero cuidado, que esto ya se está poniendo muy feo.
viernes, 5 de febrero de 2010
CUIDADO
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