Este es el lema del proyecto elegido para gastarse 100 millones de euros en hormigón en las riberas del Tajo a su paso por la ciudad de Toledo, Take me to the river, (en inglés, faltaría más, y en Castilla, en la ciudad de Garcilaso) que se puede traducir libremente por Llévame al huerto, que no es del de Calisto, sino el de la política chapucera de siempre, es decir: emplear el Tajo, Toledo, el «acercar las riberas» a la gente, y esa literatura enojosa que no se sabe muy bien qué quiere decir, para lo de siempre: para no hacer nada y dejar las cosas como están y como son. Para quien quiera indagar más, dejo enlace a la noticia que sacaba ayer el diario El País; y al enlace donde el estudio de arquitectos agraciado con el premio intenta explicar qué van a hacer en el Tajo. Me gusta mucho (un decir) eso de «el proyecto pretende incorporar completamente la orilla del río a la ciudad como parte de ella, provocando [sic] su acceso y su uso urbano. Pasando así de un panorama sin pulso, inanimado y lejano [a] otro dinámico, activo y ciudadano, aproximando el río a la ciudad, para activarlo.» Si la ciudad no va al río, el río va a la ciudad.
Arreglar el Tajo en Toledo es sencillo: más agua y más limpia, con un régimen natural. Para mí no hay que hacer más. Si se arreglan un poco los paseos existentes, la senda ecológica, mejor, pero nada que no se pueda hacer con unos cuantos operarios del Plan E. Las escombreras son parte del paisaje de Toledo, como lo son ya las pitas, un paisaje hecho de siglos, de las vicisitudes de la ciudad en el tiempo, y que te explican cómo se ha ido haciendo Toledo, cuyo casco histórico, no se olvide, en cerca de un 50% es de nueva planta levantada desde el final de la Guerra Civil hasta ahora. La gente ciudadana no se acerca al Tajo porque el Tajo a su paso por Toledo es una cloaca a cielo abierto, un simple albañal fluyente con las aguas residuales de seis millones de personas de la Comunidad de Madrid, mal depuradas y perfumando la ciudad con olor a agua gris y sucia. Otra cosa es que queramos vender un proyecto para poner a los pies de los caballos el paisaje cultural de Toledo, con el Tajo como excusa, y que esa «permeabilidad» y «accesibilidad» se conviertan en «urbanización» y «canalización» del Tajo, para servir a los intereses urbanísticos que se derivan del nuevo Plan de Ordenación Municipal de Toledo.
Respecto a la destrucción del paisaje de Toledo, este proyecto no trae nada nuevo, puesto que esto, la liquidación del patrimonio cultural y paisajístico de la ciudad, es una evidencia. No sólo con este proyecto, sino con el arrasamiento de su entorno, especialmente los Cigarrales y su continuación en la meseta cristalina, ahora repleta de chalets donde antes había un paisaje muy bien conservado, ecosistema montuno de enebros y encinas. Lo es la ocupación de las Vegas, alta y baja, que no olvidemos que el Plan de Ordenación Municipal se pasa a cuchillo tres meandros del Tajo aguas arriba, y otro aguas abajo, con once puentes -no sé si al final los han dejado en nueve- de nueva ejecución. Analizar el paisaje de Toledo, desde la entrada por el norte, o desde el Parador, en la orilla sur del Tajo, te va marcando los hitos de una destrucción absoluta, de la desconexión del Toledo monumental con su paisaje de siglos. Hace uno o dos años se llevaron por delante los olivares con la circunvalación norte. La circunvalación oeste ha cortado como un cuchillo a un bloque de mantequilla el propio Tajo y el escalón norte de la meseta cristalina, que aquí cae casi a pico sobre el Tajo. Un absoluto despropósito.
He contemplado durante más de 20 años la destrucción del paisaje de Toledo, en manos de unos políticos que piensan y creen que Toledo son las piedras del Casco, que lo de fuera no interrelaciona con lo de dentro, y que los olivares, los enebrales, los montes del entorno, las tierras rojas de las barrancas, las vegas del Tajo, son sólo terreno que parcelar y llenar de adosados. Y que en ningún caso se los pasa por la cabeza que Toledo es Toledo por su encaje en un paisaje de siglos que hay que respetar. Cuando la Escuela de Diseño de la Universidad de Harvard hizo su estudio del Tajo en el año 2008, sí tuvo claro eso: el respeto al paisaje de Toledo como algo indisociable y protagonista de su personalidad. Y en su estudio decidieron que no era necesario tocar el Tajo a su paso por el casco histórico, como señal de respeto e inteligencia, con intervenciones ambientales; y limitando mucho las urbanísticas en los meandros que teóricamente se iban a urbanizar por decreto, según el POM, hasta la orilla del Tajo. Y, por supuesto, dejando libre el paisaje cultural de Toledo. Pongo una foto del plan general, y en internet hay mucha información, puesto que este proyecto ganó ese mismo año el primer premio de la asociación norteamericana de arquitectos del paisaje. Menos dinero, menos hormigón, más verde, más espacio para la ciudad y para el paisaje. Otra filosofía, vamos.
Me temo que en el nuevo Plan de cuenca del Tajo, guardado en los cajones del ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, no va a haber ni más agua para Toledo, ni se va a limpiar la que viene; por lo que queda muy bien decir, a un año vista de las elecciones municipales y autonómicas y con la crisis que está cayendo, que nos han tocado 100 millones en la lotería del Estado para «arreglar» al Tajo. No olvidemos que, como precedente, en Toledo han puesto el nombre de José María Macías (presidente actal de la CHT) a la senda ecológica, que tiene cuajo la cosa. Ya veremos en lo que queda todo esto, pero lo que hay que decir ya es que a un moribundo no se le arregla la cara vistiéndole con ostentación y con oropeles, sino devolviéndole la salud, y punto. La salud del Tajo es su agua, en cantidad y calidad, y ésta se la van a seguir hurtando. Take me to the river? ¿Lleno de mierda?, no gracias. Es lo que vamos a tener
Es, no se dé más vueltas, un proyecto de «tematización» y vanalización, tan a la moda. Lo que ocurre es que juega con Toledo, quizá la ciudad con más personalidad urbanística de España; y emplea al Tajo como coartada. Tenemos una buena chapuza a la vista. Y todo esto en una ciudad Patrimonio de la Humanidad.
No creo que Toledo aguante más embates de proyectos que laminen su personalidad paisajística y arquitectónica. Si hubiera caudal, agua limpia en el río, si se acabara con el trasvase Tajo-Segura, se depurara convenientemente lo que se vierte aguas arriba, se recuperaran los bosques de ribera, las alamedas del Tajo, se protegiera la Vega alta, entonces sí que, la gente ciudadana, iría al río. Ahora, ni con el Take me to the river, ni con inventos para callar la boca a los políticos locales, y permitir que se siga expoliando el Tajo un par de décadas más, va a colar. Esta vez no.
sábado, 6 de febrero de 2010
TAKE ME TO THE RIVER, O EL TAJO –OTRA VEZ– COMO EXCUSA Y ENGAÑO
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