martes, 16 de febrero de 2010

TIEMPO ANTIGUO


El tiempo, la lluvia, la nieve, la sequía, los cielos limpios de enero o enmarañados de febrero, todos tienen su lugar en un ciclo al que pocas veces atendemos y escuchamos. Antes, cuando el propio tiempo era más lento, cuando la vida no avanzaba con el vértigo de lo superfluo, de la novedad, del vacío del pasado, estas cosas se notaban más, se sentían y aguardaban. Los ciclos de la vida, de la Naturaleza, tenían su espacio y su historia, como un latido cíclico y seguro, que a veces se retrasaba, pero siempre volvía. El mapa sinóptico de esta tarde dibuja un territorio de inviernos antiguos, cuando las borrascas bajaban del Labrador y Terranova hasta el Golfo de Cádiz. Inviernos sin anticiclón de las Azores, con un bloqueo de presiones altas en Centroeuropa, parando las borrascas en este confín del Océano. Pasarán lentas hacia el Mediterráneo, o subirán hacia las Islas Británicas y el mar del Norte. Pero antes lloverá, y nevará; y mucho, quizá demasiada agua en Andalucía y Marruecos.

Los ríos reclaman su territorio, lo robado durante los tiempos sin memoria donde se olvidó que requieren su espacio, como los pulmones al expandirse. El barómetro toda la tarde en 986 milibares, la lluvia subiendo desde el sur, el viento del Este. Las aguanieves, tranquilas en los lagunazos enormes de la dehesa. Tiempo antiguo de invierno y de agua.

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