miércoles, 31 de marzo de 2010

CAZA MAYOR

Hasta ahora sólo han sido algunas perdices, alguna liebre o tres o cuatro conejetes un poco despistados. Pero ahora ya es caza mayor. Hasta ahora concejales de urbanismo, consejeros/ministrillos y cargos menores, de diputaciones y cosas así. Peones. Pero ahora la montería deja –de momento– sobre la alfombra a un ex presidente autonómico. Caza mayor. En la España de los chiringuitos autonómicos hoy un escalofrío ha calambreado las estructuras del poder.

La España de las taifas, novísima de esquemas pero anclada en el clasicismo/casticismo ibérico, configura el caldo de cultivo ideal para la corrupción y el clientelismo, donde el cesarismo y el poder absolutamente piramidal, se enfoca a la mayor honra y suerte del jefe, el de arriba, el presidente. El escalafón de partido al servicio de la persona, no de la idea ni de los principios. Los medios son todos, los poderes son todos, la comunicación es unívoca y dirigida; el mecanismo perfectamente engrasado, rodado con el tiempo, hasta que Región/partido/persona/César todo es lo mismo.

En Castilla-La Mancha sabemos mucho de eso. Aquí, como en Corea del Norte, el hijo –Barreda– sustituye al padre –Bono–, que aburrido y desencantado se fue a la Corte. Zapatero, como buen táctico, le puso al lado, casi debajo de la cama. Ya se sabe: el enemigo más cerca que el amigo. El poder en las Autonomías/cortijos llega a ser tan asfixiante que o estás o desapareces. O te desaparecen, no con un tiro en la nuca, pero sí del circuito de la información teledirigida por los medios del poder, a saber: los propios –pagados por los ciudadanos, pero propios–; y los de los amigos –todos–, que o pasan por el aro o no consiguen las prebendas del régimen. Ni publicidad institucional, ni contratos, ni los facilidades urbanísticas imprescindibles –hasta hace cuatro días– para hacer pasta a espuertas.

Castilla-La Mancha es un ejemplo arquetípico. Estoy seguro que dentro de un lustro o menos habrá tesis doctorales sobre la España que cruzó el cambio de siglo, envuelta en la fiebre del oro. Aquí cuecen habas, como en cualquier otro sitio. Pero, quizá, aquí está todo más controlado y atado. El sistema funciona, la maquinaria está perfectamente engrasada y la costumbre ha configurado una realidad hecha de molde por un partido político que lleva 28 años gobernando; y por otro que lleva 28 años en la oposición. Cada uno está muy a gusto donde está, y los ciudadanos también. Por tanto, para qué cambiar.

En Castilla-La Mancha las cosas se han hecho de otra manera. Leyendo el divertido auto del fiscal que inculpa al ex presidente de Baleares, te das cuenta que siempre ha habido clases y categorías, y que las cosas, al menos, hay que hacerlas bien, y que hay que ser tonto para ni siquiera ir a las comisiones, o que ni siquiera las haya habido. Lo del cuñado está muy visto. Hay que hilar más fino. Aquí, por ejemplo, un aeropuerto privado que hemos financiado todos ha acabado con la caja de ahorros regional. Y no pasa nada. Este aeropuerto, privado repito, va a recibir un aval de 140 millones de euros del Gobierno. Y no pasa nada. Aquí las cosas se hacen con otra elegancia. Aquí, por ejemplo, el Banco de España se fulmina la caja de ahorros regional, y la televisión regional –que pagamos todos–, no se entera hasta 24 horas después. Si hubiera sido Corea del Norte y allí hubiera bancos, en la tele hubieran puesto marchas militares y soldados y tanques; aquí echaron, mientras tanto, una película de Paco Martínez Soria y estoy seguro que alguna corrida de toros desde alguna plaza remota, quizá peruana. Lo dicho, otra elegancia.

Lo malo de la corrupción no es que entre todos paguemos el aeropuerto de los amiguetes del presidente; o que descubramos un buen día que un constructor le hace una hípica al presidente; o que éste, una vez que ha renegado del cargo, tiene suelto para comprarles pisos de uno o dos millones de euros a los hijos, sin que estos tengan que apuntarse a las listas de demandantes de VPO, ni nada. Pobrecitos, que qué es eso de mezclarse con la chusma pobre. Lo malo de la corrupción no es que los presidentes autonómicos del PSOE hagan ostentación de lo obtenido con el voto de clases medias y bajas obreras y agrarias. Lo malo es que la corrupción se acepte por la ciudadanía, por la clase política, que al final sea todo cambio de cromos, yo no te toco los cojones/ovarios aquí, y tu no me los tocas allí ¿Capisci? Que leamos los periódicos, veamos las televisiones, oigamos las radios, y admitamos la mentira, la manipulación, la consigna, todo como algo intrínseco al juego, eso es lo preocupante.

Las Autonomías como cortijo. España ante otro de sus laberintos. Hay que limpiar tanta basura o al final todo será un inmenso estercolero. El primer ex presidente autonómico luce trofeo en la alfombra de la montería. Las realas cruzan la mancha/España venteando. Caza mayor. La veda se ha abierto en esta España en crisis, anestesiada de desgana, donde lo que menos importa, como siempre, es la verdad.

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