jueves, 25 de marzo de 2010

LA CHICA DEL POLÍGONO

La Tribuna de Talavera, 26 marzo 2010

La chica está en el polígono, contemplando las naves y la basura que sin piedad avanzan hacia el Alberche. La descubrí un día que fui a despedirme de las encinas arrancadas del Soto. Entonces los escombros, ladrillos y restos de hormigón y cemento, acababan sin conmiseración con el bosque. Habían arrancado bastantes encinas de buen tamaño y las habían clavado entre las supervivientes, sin decoro ni orden, sin el menor respeto al lugar y al paisaje. El Alberche pasaba, como hoy, sucio de desprecio y abandono. Al fondo el puente, los recuerdos de los charcos y las pozas, de los sauces y los fresnos, nostalgias de los tiempos azules.

La chica estaba allí, detrás de un transformador. La vi cuando me iba. Me la quedé mirando un rato, preguntándome qué haría ahí, dando la espalda a la carretera y contemplando el desguace del río, de la vida. Después, cada vez que pasaba por el puente del Alberche, veía desde la distancia y la velocidad el morir lento y altivo de las encinas. No quería acercarme. Hace poco fui otra vez. Las encinas ya muertas, esqueletos abandonados a su suerte. Y más basura, y naves industriales apoyadas casi en el propio cauce del Alberche. Los padres del sábado montaban en bici con sus hijos por las calles recién abiertas. No había vida en el Alberche, ni agua, ni oropéndolas ni colores. Los coches pasaban sobre el puente, la basura se acumulaba bajo los ojos. Nada ya de los tiempos azules.

La chica seguía igual, detrás del transformador. Había pasado el tiempo, quizá un año o más, pero ahí continuaba, con la misma mirada, con el brillo rojo de la primera vez. Nadie la había tocado, ni una raya, ni una palabra, ni un rasguño. Mantenía la vista perdida, mirando hacia las encinas que ya no estaban, guardando quizá el recuerdo de un tiempo tan antiguo como ya imposible. De un tiempo de agua y de bosques, de ninfas y de sombra fresca de sauces. Me despedí y me fui. No sé si estará allí la próxima vez que me acerque al Soto. Paso ya sin mirar, sin sentir, porque ya no queda nada de los tiempos azules. Sólo, quizá, la mirada de la chica del polígono.


2 comentarios:

Javi García dijo...

Enhorabuena, Miguel. Es un artículo muy emotivo para todos los que conocemos y pasamos a diario por la zona de la que hablas.

Javi García.

Miguel Ángel Sánchez dijo...

Gracias, Javi. Otro paisaje que vemos desaparecer delante de nuestros ojos.